Cerebro de Embarazada: Cambios en el Cerebro y Conducta

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Durante el embarazo, el cerebro de una mujer experimenta transformaciones tan profundas que afectan su percepción, emociones y comportamiento. ¿Qué sucede en el cerebro de una embarazada para que se produzcan estos cambios? Acompáñanos en este recorrido por las fascinantes adaptaciones neurológicas que ocurren durante la gestación.

Transformaciones estructurales en el cerebro durante el embarazo

En el embarazo, el cerebro de la mujer experimenta cambios significativos en su estructura. Estudios recientes han demostrado una reducción en el volumen de la materia gris, especialmente en áreas relacionadas con la cognición social y la empatía.

¿Qué implica la reducción de materia gris?

Aunque una disminución de la materia gris podría parecer negativa, en este contexto representa una optimización neuronal. Este proceso, similar al que ocurre durante la adolescencia, elimina conexiones sinápticas redundantes, mejorando la eficiencia en funciones esenciales para la maternidad, como la empatía y la interpretación de las necesidades del bebé.

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Influencia hormonal: moduladores del cerebro y el comportamiento

Las hormonas desempeñan un papel fundamental en los cambios cerebrales y conductuales que ocurren durante el embarazo. A lo largo de los nueve meses de gestación, los niveles de estrógenos, progesterona y oxitocina aumentan significativamente, afectando no solo al desarrollo del feto, sino también al estado emocional, la percepción y la preparación de la madre para la crianza.

Cada una de estas hormonas tiene funciones específicas que facilitan la adaptación del cerebro materno a las nuevas demandas que supone el embarazo y el cuidado del bebé.

Estrógenos y progesterona: reguladores del estado de ánimo y la gestación

Los estrógenos son un grupo de hormonas que aumentan considerablemente durante el embarazo, alcanzando niveles hasta 100 veces superiores a los normales. Su función es favorecer el crecimiento del útero, la formación de los vasos sanguíneos de la placenta y la producción de leche materna. Además, tienen un papel crucial en la regulación del estado de ánimo:

  • Favorecen la estabilidad emocional.
  • Reducen la ansiedad y la depresión, promoviendo una mayor sensibilidad hacia el bebé.
  • Influyen en la plasticidad neuronal, optimizando las funciones cognitivas y emocionales.

Por otro lado, la progesterona, conocida como la «hormona del embarazo», es secretada en grandes cantidades para mantener el útero en condiciones óptimas para la gestación y evitar el parto prematuro. Sus efectos sobre el cerebro incluyen:

  • Relajación y bienestar, ayudando a que la madre mantenga un estado más calmado.
  • Mayor tolerancia al estrés, reduciendo la activación del sistema nervioso simpático.
  • Somnolencia y fatiga, favoreciendo el descanso necesario para la adaptación metabólica del embarazo.

Este equilibrio hormonal prepara a la mujer para afrontar la maternidad, promoviendo una conducta protectora y reduciendo la respuesta ante estímulos que podrían generar ansiedad o distracción de las necesidades del bebé.

Oxitocina: la hormona del vínculo y el instinto maternal

La oxitocina es una de las hormonas más importantes en el proceso de gestación y crianza. Es conocida como la «hormona del amor», ya que facilita la creación del vínculo afectivo entre la madre y el bebé.

Sus niveles aumentan de manera significativa en tres momentos clave:

  1. Durante el embarazo, contribuye a la reducción del estrés y favorece la interacción social.
  2. En el parto, se libera en grandes cantidades para estimular las contracciones uterinas, facilitando el nacimiento del bebé.
  3. En la lactancia, permite la producción de leche materna y fortalece la relación entre madre e hijo.

Además de su función fisiológica, la oxitocina modifica la actividad cerebral, aumentando la sensibilidad a las señales del bebé y reforzando los mecanismos de empatía, cuidado y protección. También activa el circuito de recompensa, haciendo que la presencia del bebé sea percibida como una experiencia placentera y generando la necesidad instintiva de estar cerca de él.

Agudización de los sentidos y percepción durante el embarazo

El embarazo no solo transforma el cuerpo y el cerebro de la mujer, sino que también afina sus sentidos, permitiéndole percibir el entorno de manera más precisa. Muchos estudios han demostrado que, durante la gestación, las mujeres experimentan una mayor sensibilidad sensorial, especialmente en el olfato, la audición y el gusto.

Este fenómeno se interpreta como un mecanismo evolutivo que mejora la capacidad de la madre para detectar peligros potenciales y responder de manera más eficaz a las necesidades del bebé, tanto durante el embarazo como después del nacimiento.

El olfato: una percepción más aguda 👃

Uno de los cambios sensoriales más notorios en el embarazo es el aumento de la sensibilidad olfativa. Muchas embarazadas reportan que ciertos olores les resultan extremadamente intensos o incluso desagradables, lo que puede generar náuseas y aversión a algunos alimentos o sustancias.

Este fenómeno se explica porque el sistema olfativo experimenta un crecimiento acelerado de nuevas neuronas, lo que potencia su capacidad de detección. Desde una perspectiva evolutiva, esta mayor sensibilidad olfativa ayudaba a las mujeres a evitar alimentos en mal estado, sustancias tóxicas o peligros potenciales para el desarrollo del bebé.

Además, después del parto, esta hipersensibilidad olfativa permite que la madre reconozca con facilidad el olor de su bebé, lo que refuerza el vínculo madre-hijo y facilita la lactancia y el cuidado del recién nacido.

La audición: captando señales importantes 👂

Cuando una mujer está embarazada, también se ha observado un incremento en la sensibilidad auditiva, lo que permite a la madre captar sonidos con mayor claridad y reaccionar con rapidez ante cualquier señal de peligro. Este aumento en la percepción auditiva prepara a la mujer para atender el llanto y otros sonidos del bebé, asegurando que pueda responder de manera inmediata a sus necesidades.

Las mujeres embarazadas también pueden volverse más sensibles a ruidos fuertes o estridentes, lo que podría explicarse como un mecanismo de protección que evita la exposición a entornos que puedan generar estrés o ser perjudiciales para el bebé.

El gusto y las preferencias alimentarias 🍽️

Los cambios hormonales que ocurren durante la gestación también afectan la percepción del gusto, haciendo que ciertos alimentos resulten más o menos apetecibles. Muchas mujeres embarazadas desarrollan antojos específicos o aversiones alimentarias, lo que puede estar relacionado con las necesidades nutricionales del bebé o con la protección frente a sustancias dañinas.

Por ejemplo, algunos estudios han demostrado que las mujeres embarazadas tienden a rechazar alimentos amargos, lo que se considera un mecanismo natural de protección contra toxinas o sustancias potencialmente dañinas.

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Circuito de recompensa y vínculo maternal

El circuito de recompensa del cerebro, encargado de regular las sensaciones de placer y motivación, experimenta cambios profundos durante el embarazo y el posparto. Estas modificaciones hacen que el bebé se convierta en el estímulo más relevante para la madre, fortaleciendo el vínculo afectivo y asegurando una atención constante.

Este proceso es crucial para la supervivencia del recién nacido, ya que garantiza que la madre se sienta impulsada a cuidar, proteger y responder de manera inmediata a las necesidades de su hijo.

¿Qué es el circuito de recompensa y cómo cambia en la maternidad?

El circuito de recompensa está formado por varias estructuras cerebrales, entre ellas:

  • El núcleo accumbens, encargado de procesar la sensación de placer.
  • El área tegmental ventral, donde se libera dopamina, el neurotransmisor asociado a la motivación.
  • La corteza prefrontal, que regula la toma de decisiones y el control de impulsos.

En la concepción, este circuito sufre modificaciones estructurales y funcionales. Estudios han demostrado que el núcleo accumbens reduce su volumen tras el primer embarazo, lo que en principio puede parecer un efecto negativo. Sin embargo, lo que realmente ocurre es que este cambio aumenta la sensibilidad de la madre a los estímulos relacionados con su bebé, reforzando el apego y la disposición al cuidado.

Dopamina y el placer de cuidar al bebé

La dopamina, el neurotransmisor clave en la motivación y el placer, juega un papel esencial en el vínculo maternal. Tras el parto, el contacto con el bebé activa fuertemente este sistema, generando sensaciones de bienestar similares a las que producen otras experiencias gratificantes, como comer o enamorarse.

Este mecanismo asegura que la madre:
✔️ Se sienta motivada a pasar tiempo con su bebé.
✔️ Disfrute del contacto piel con piel.
✔️ Encuentre placer en actividades como la lactancia y el cuidado.

Esto explica por qué muchas madres describen una sensación de “enamoramiento” hacia su bebé, experimentando una conexión emocional intensa que refuerza su instinto de protección.

El papel de la oxitocina en el vínculo madre-bebé

La oxitocina, también conocida como la hormona del amor, está estrechamente ligada al circuito de recompensa. Durante el parto y la lactancia, sus niveles se disparan, fortaleciendo la conexión emocional con el bebé.

✔️ Aumenta la sensibilidad materna: facilita la lectura de las señales del bebé.
✔️ Refuerza la empatía: ayuda a la madre a interpretar y responder adecuadamente a las necesidades del niño.
✔️ Reduce el estrés: disminuye los niveles de cortisol, promoviendo un estado de calma y bienestar.

Además, se ha observado que las madres con mayores niveles de oxitocina muestran más conductas afectuosas y protectoras hacia sus bebés.

Impacto del embarazo en la memoria

Muchas mujeres embarazadas experimentan dificultades de memoria o sensación de «despistes», un fenómeno conocido popularmente como momnesia o cerebro de embarazada. Aunque esto puede ser frustrante, no significa una pérdida real de capacidad cognitiva, sino una reorganización de prioridades en el cerebro.

Estudios han demostrado que estos cambios están relacionados con la reducción de la materia gris en ciertas áreas cerebrales, lo que permite optimizar funciones esenciales para la maternidad, como la empatía y la interpretación de señales del bebé. En otras palabras, el cerebro prioriza el procesamiento de información relacionada con la crianza y la vinculación emocional, mientras que algunas tareas de memoria episódica o de corto plazo pueden verse temporalmente afectadas.

Además, los niveles elevados de estrógenos y progesterona durante el embarazo también influyen en la memoria y la concentración, ya que afectan la plasticidad neuronal y la conectividad en regiones clave como el hipocampo, estructura fundamental en los procesos de memoria.

A pesar de estos cambios, muchas mujeres desarrollan una mayor agudeza en otras formas de cognición, como la percepción del entorno, la lectura emocional y la capacidad de respuesta ante estímulos relacionados con su bebé. Por lo tanto, estas adaptaciones son parte de una evolución biológica que optimiza el cerebro materno para las demandas de la maternidad.

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Referencias

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