✔️Estrés y Defensas · Emociones y Sistema Inmunológico ·

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Ya hace años que desde la Psiconeuroinmunología se descubrió una más que probable interacción entre estrés e inmunodeficiencia. En estos días se habla mucho de la importancia de nuestro sistema inmune a la hora de resistir y vencer la infección del coronavirus. En este artículo entenderás como es exactamente esta interacción, hoy hablaremos del sistema inmunológico y su relación con el estrés.

Quien más y quien menos ha oído decir por ahí que el estrés o el miedo baja nuestras defensas. Esto es verdad, pero solo a medias. Pues su relación es más compleja de lo que podríamos pensar. Antes de continuar debemos entender como funciona aunque sea muy por encima, nuestro sistema inmunitario, lo vamos a hacer con un pequeño extracto de la famosa serie de dibujos animados erase una vez el cuerpo humano que podrás ver en el vídeo que dedicamos a este tema y que está debajo de este artículo. 

Lo primero que vamos a hacer es entender de manera simple como funciona el estrés a nivel fisiológico, y lo vamos a hacer yendo a esta imagen de aquí. Esto es el eje hipofisario-suprarrenal. Y funciona de la siguiente manera:

 

 

Cuando percibimos un estresor nuestro encéfalo activa la respuesta de estrés a través de este eje:

Desde el hipotálamo activa la hipófisis por medio de la corticotropina segregando esta adrenocorticótropa que a través de la medula suprarrenal segrega los glucocorticoides. También el estrés activa el sistema nervioso simpático haciendo que se libere por parte de la médula suprarrenal adrenalina y noradrenalina.

Esta interacción no acaba aquí pues como se ha visto tanto las células T como las células B tienen receptores para los glucocorticoides, y los linfocitos tienen receptores para la adrenalina, la noradrenalina y los glucocorticoides también. Además muchos neuropéptidos secretados por las neuronas son también secretados por las células del sistema inmunitario. En cambio las citocinas, un tipo de sustancia química señalizadora de las que se pensaba que solo eran producidas por las células del sistema inmunitario también se producen en el sistema nervioso. En definitiva los mecanismos fisiológicos por los que el sistema nervioso e inmune interactúan son innumerables.  

Ahora vamos a exponer la respuesta de estrés, y lo vamos a hacer utilizando la teoría Del Síndrome General de Adaptación de Selye. Esto es muy importante entender para lo que viene luego. El síndrome general de adaptación de Selye se explica con esta gráfica de aquí.

 

 

Esta línea azul de aquí  es el nivel normal u optimo de funcionamiento de nuestro organismo, es decir cuando no estamos estresados. Cuando existe una amenaza para nuestro organismo, sea del tipo que sea (física, psicológica, cognitiva u emocional) se produce una reacción de alarma y nuestro organismo entra en una fase de choque, se activa el eje hipofisario adrenal que vimos antes y se produce taquicardia, pérdida de tono muscular disminución de la temperatura y presión sanguínea.

Seguidamente le viene a esto la fase de contra choque que es una fase de rebote donde la Corteza suprarrenal aumenta su tamaño, aumentando también su actividad, incrementando los corticoides, también en esta fase se observa una involución rápida del sistema timo linfático, y signos opuestos a la fase de choque, cómo son hipertensión, hiperglucemia, hipertermia, etc. Son los llamados signos catabólicos.

Después vendrá la llamada etapa de resistencia donde el organismo tratará de adaptarse al estresor, aquí aumentará la resistencia al agente nocivo a causa eso sí, de una menor resistencia a otros estímulos. Es en esta etapa donde el organismo tratará de vencer al estresor utilizando multitud de estrategias. Este destinar recursos a la amenaza que desató la reacción de alarma puede crear vulnerabilidades que aprovechen otros agentes nocivos para atacarnos. Si el organismo no logra vencer o adaptarse al estresor y dura demasiado la etapa de resistencia podemos entrar en la fase de agotamiento.

La fase de agotamiento es una fase de síntomas iguales a la fase de choque pero caracterizados por la no recuperación inmediata del contra choque, es decir que el organismo se agota y se abandona. Aquí a nivel cognitivo se producirán síntomas depresivos, llenos de desesperanza, etc.  

Seguro que conoceréis esas historias que los médicos observaban en los soldados heridos después de la finalización de la segunda guerra mundial. Aquellos heridos que habían perdido la guerra se recuperaban mucho más tarde, tenían más complicaciones en sus heridas por las infecciones que cogían o poseían mayor tasa de mortalidad que aquellos que habían ganado. 

Otras Investigaciones han demostrado que el miedo y el estrés previo a una intervención quirúrgica se ha relacionado con un postoperatorio más lento incluido el retraso en la curación de las heridas (Kiecolt-Glaser et al., 1998). 

O un estudio también en el que se observó que estudiantes universitarios referían más infecciones respiratorias durante los exámenes finales (Glaser et al. 1987). 

 

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Segerstone y Miller (2004) hallaron que los efectos del estrés sobre la función inmunitaria dependía del tipo de estrés. Encontraron qué estímulos estresantes agudos o breves, por ejemplo, aquellos que duran menos de 100 minutos, cómo hablar en público, competiciones deportivas, etc. Realmente producían mejoras en la función inmunitaria.  por el contrario, los estímulos estresantes crónicos, aquellos que duran mucho tiempo, cómo cuidar de un familiar con demencia, tener problemas económicos, o no tener empleo, alteraban de forma dramática procesos más complejos del sistema inmunitario. 

Es decir que es el tiempo que perdure ese estrés el que puede crear una inmunosupresión. Por lo tanto es en esta fase de resistencia donde comienza ese desgaste, si perduran las consecuencias pueden ser muy negativas para el organismo.

¿Cómo hacemos para que esto no ocurra? ¿O se mitigue en la medida de lo posible? Aquí es donde entra el trabajo conductual, si podemos cambiar la situación que nos acontece, la terapia de solución de problemas seria una buena aplicación, y los ejercicios de relajación para reducir los síntomas de elevada ansiedad y estrés, esto sería lo más recomendado para personas que no encontraran los recursos suficientes para salir de este estado. También el trabajo fisiológico y psicológico si por la razón no podemos cambiar esa situación. Aquí entrarían las terapias cognitivas que tratarán de que cambiemos nuestra percepción sobre lo que ocurre. 

Y hasta aquí este blog, si te has quedado con ganas de más, te recomendamos ver el vídeo de este Blog que publicamos en YouTube 🙂

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Bibliografía: 

  • Glaser, R., Rice, J., Sheridan, J., Fertel, R. Stout, J., Speicher, C., et al (1987). Stress-related immune suppression: Health implications. Brain, Behavior, and Immunity, 1, 7-20.
  • Kiecolt-Glaser, J. K. Page, G. C., Marucha, P. T., Maccallum, R.C., & Glaser, R. (1998). Psycological influences on surgical recovery, American Psychologist, 53, 1209-1218.
  • Stanford, S. C., & Salmon, P. (1993). Stress: From Synapse to syndrome. London: Academic Press.
  • Salzet, M., Vieau, D., & Day, R. (2000). Crosstalk between nervous and immune systems through the animal Kingdown: Focus on opioids. Trends in Neuroscience, 23, 550-555
  • Segerstrom, S.C., & Miller, G. E. (2004). Psychological stress and the human immune systems: A meta-analytic study of 30 years of inquiry, Psychological Bulletin, 130,601-630

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