Qué es la ESQUIZOFRENIA · Causas y Tratamiento

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Imagina escuchar voces que nadie más percibe o creer firmemente en cosas que no tienen base en la realidad. Estas experiencias son comunes en personas con esquizofrenia, un trastorno mental complejo que ha intrigado a profesionales de la salud durante décadas. En este artículo, exploraremos en profundidad qué es la esquizofrenia, sus posibles causas, los tipos que existen, los síntomas principales y las opciones de tratamiento disponibles.

¿Qué es la esquizofrenia y qué provoca?

La esquizofrenia es un trastorno mental grave y crónico que afecta profundamente la manera en que una persona piensa, siente y se comporta. Se caracteriza por una desconexión con la realidad, lo que puede traducirse en la presencia de alucinaciones, delirios y un comportamiento desorganizado. Este trastorno puede generar una gran alteración en la vida cotidiana del paciente, afectando sus relaciones sociales, su desempeño laboral y su capacidad para llevar una vida independiente.

Aunque la causa exacta de la esquizofrenia sigue sin estar completamente clara, las investigaciones apuntan a que es el resultado de una compleja interacción entre factores genéticos, neuroquímicos y ambientales. Se ha encontrado que ciertas alteraciones en los neurotransmisores del cerebro, especialmente en la dopamina y el glutamato, pueden desempeñar un papel clave en la aparición del trastorno. Además, factores como la herencia genética, el estrés prenatal, el consumo de sustancias psicoactivas en la adolescencia y ciertos eventos traumáticos pueden aumentar la vulnerabilidad a desarrollar esquizofrenia.

Historia y evolución del concepto de esquizofrenia

El estudio de la esquizofrenia ha evolucionado significativamente a lo largo de los siglos, pasando de interpretaciones místicas y sobrenaturales a un enfoque científico y clínico que ha permitido una mejor comprensión y tratamiento del trastorno. A continuación, se presentan los hitos más importantes en la evolución de este concepto:

  • Finales del siglo XIX y principios del siglo XX: El psiquiatra alemán Emil Kraepelin fue el primero en diferenciar la demencia precoz de la psicosis maníaco-depresiva, marcando un punto de inflexión en la clasificación de los trastornos mentales. Kraepelin estableció que la demencia precoz tenía un curso progresivo y degenerativo, diferenciándola en tres subtipos: paranoide, hebefrénica y catatónica. Su trabajo influyó enormemente en la psiquiatría moderna, sentando las bases para futuras investigaciones sobre la esquizofrenia.

  • 1911: El psiquiatra suizo Paul Eugen Bleuler introdujo el término «esquizofrenia», reemplazando el concepto de demencia precoz. Bleuler consideró que este trastorno no implicaba necesariamente una degeneración mental progresiva, sino una fragmentación en las funciones psíquicas. Además, definió los cuatro síntomas fundamentales del trastorno, conocidos como las «4 Aes» de Bleuler:

    • Falta de Asociación: Alteraciones en la organización del pensamiento.
    • Afecto aplanado: Poca o nula expresión emocional.
    • Ambivalencia: Dificultad para decidir entre opciones opuestas.
    • Autismo: Aislamiento del mundo exterior y desconexión social.
  • Décadas posteriores: A medida que la psiquiatría avanzó, el psiquiatra alemán Kurt Schneider propuso un nuevo enfoque para el diagnóstico de la esquizofrenia, estableciendo los síntomas de primer y segundo rango. Los síntomas de primer rango (actualmente llamados síntomas positivos) incluían delirios, alucinaciones y pérdida del control del pensamiento, mientras que los síntomas de segundo rango eran menos específicos y podían solaparse con otros trastornos. Su trabajo ayudó a refinar los criterios diagnósticos y a distinguir mejor la esquizofrenia de otras enfermedades mentales.

Epidemiología

La esquizofrenia afecta aproximadamente al 1% de la población mundial. Suele manifestarse en la adolescencia tardía o en la adultez temprana, con una aparición más temprana en hombres (15-24 años) que en mujeres (25-34 años). Factores como antecedentes familiares, complicaciones durante el embarazo o el parto, y ciertas experiencias de vida pueden aumentar el riesgo de desarrollar la enfermedad.

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¿Qué tipos de esquizofrenia hay?

A lo largo de la historia, la esquizofrenia ha sido clasificada en distintos subtipos, basándose en la manifestación predominante de los síntomas. Sin embargo, en la actualidad, esta clasificación ha evolucionado hacia un enfoque más funcional, diferenciando el trastorno según la presencia de síntomas positivos y negativos.

A continuación, se presentan los subtipos tradicionales de esquizofrenia:

  • Esquizofrenia paranoide: Se caracteriza por una fuerte presencia de delirios y alucinaciones auditivas, generalmente sin una gran afectación del pensamiento o la expresión emocional. Las personas con este tipo de esquizofrenia pueden mantener cierto grado de funcionalidad, pero los delirios de persecución o grandeza suelen afectar su percepción de la realidad.

  • Esquizofrenia hebefrénica (o desorganizada): Se manifiesta con pensamiento y discurso desorganizados, respuestas emocionales inapropiadas o planas, y un comportamiento errático e impredecible. Los pacientes pueden tener dificultades para realizar tareas diarias, mantener conversaciones coherentes o expresar emociones de manera adecuada.

  • Esquizofrenia catatónica: Se distingue por alteraciones motoras significativas, que van desde la inmovilidad extrema y el mutismo hasta episodios de agitación intensa y movimientos repetitivos. En algunos casos, las personas pueden presentar catalepsia, quedando en posiciones rígidas durante largos periodos sin responder a estímulos externos.

  • Esquizofrenia indiferenciada: Diagnóstico utilizado cuando los síntomas del paciente no encajan claramente en ninguno de los subtipos anteriores. Se caracteriza por una combinación de varios síntomas de esquizofrenia, sin un patrón predominante definido.

  • Esquizofrenia residual: Ocurre cuando la persona ha experimentado un episodio esquizofrénico en el pasado, pero actualmente predominan los síntomas negativos, como la apatía, la falta de motivación o la dificultad para expresar emociones. En este tipo, los síntomas psicóticos activos (como delirios o alucinaciones) están ausentes o son mínimos.

Clasificación moderna de la esquizofrenia

Aunque estos subtipos fueron ampliamente utilizados en el pasado, las clasificaciones modernas, como las del DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), han dejado de utilizarlos debido a la gran variabilidad individual en la presentación de la enfermedad.

Actualmente, se prefiere evaluar la esquizofrenia en función de dos grandes dimensiones sintomáticas:

  1. Esquizofrenia con síntomas positivos: Se caracteriza por la presencia de delirios, alucinaciones y pensamiento desorganizado. Suele responder bien al tratamiento con antipsicóticos y tiene un pronóstico más favorable en comparación con otros tipos.

  2. Esquizofrenia con síntomas negativos: Predomina la apatía, el aislamiento social, el afecto aplanado y la disminución de la motivación. Es más resistente al tratamiento y suele tener un curso crónico y debilitante.

Este enfoque permite una evaluación más precisa y personalizada, ayudando a los profesionales de la salud a diseñar estrategias de tratamiento adaptadas a las necesidades de cada paciente.

¿Cómo se detecta la esquizofrenia? Síntomas principales

La esquizofrenia se manifiesta a través de una variedad de síntomas, que se dividen en dos categorías principales:

Síntomas positivos

  • Delirios: Creencias falsas que no se basan en la realidad, como pensar que se es una figura famosa o que se está siendo perseguido.

  • Alucinaciones: Percepciones sensoriales sin estímulos reales, siendo las auditivas las más comunes.

  • Pensamiento desorganizado: Dificultad para organizar pensamientos, lo que se refleja en un discurso incoherente o ilógico.

  • Comportamiento motor anormal: Desde agitación hasta inmovilidad completa.

Síntomas negativos

  • Aplanamiento afectivo: Reducción en la expresión de emociones.

  • Anhedonia: Incapacidad para experimentar placer.

  • Alogia: Disminución en la fluidez y productividad del habla.

  • Abulia: Falta de motivación para iniciar y mantener actividades.

El diagnóstico se basa en la presencia de estos síntomas durante un período significativo y en la exclusión de otras posibles causas

Bases neurobiológicas y teorías etiológicas

A pesar de los avances en la investigación, la causa exacta de la esquizofrenia sigue siendo desconocida. Sin embargo, la comunidad científica ha identificado múltiples factores que podrían estar implicados en su desarrollo, sugiriendo que no hay una única causa, sino una interacción compleja entre predisposición genética, alteraciones neuroquímicas y factores ambientales.

A continuación, exploramos las principales teorías etiológicas de la esquizofrenia:

1. Factores genéticos

Los estudios han demostrado que la esquizofrenia tiende a presentarse en familias, lo que sugiere una base hereditaria en su aparición. Las investigaciones en gemelos han sido clave para comprender este componente genético:

  • Si un gemelo monocigótico (idéntico) tiene esquizofrenia, el otro tiene aproximadamente un 45% de probabilidad de desarrollarla.
  • En gemelos dicigóticos (fraternales), que comparten solo el 50% de la carga genética, la concordancia es del 10%.
  • Cuando un familiar de primer grado (padre, madre o hermano) tiene esquizofrenia, el riesgo de que otro miembro de la familia la desarrolle también se sitúa en torno al 10%.

Estos hallazgos indican que, aunque la genética influye significativamente, no determina por sí sola la aparición de la enfermedad. Si la esquizofrenia fuera exclusivamente genética, la concordancia en gemelos monocigóticos sería del 100%, lo que sugiere que otros factores juegan un papel clave en su desarrollo.

2. Alteraciones neuroquímicas y la hipótesis dopaminérgica

Una de las teorías más respaldadas es la hipótesis dopaminérgica, que sostiene que la esquizofrenia está relacionada con un desequilibrio en la actividad del neurotransmisor dopamina en ciertas áreas del cerebro.

Se ha observado que:

  • Un exceso de dopamina en la vía mesolímbica del cerebro está relacionado con los síntomas positivos, como alucinaciones y delirios.
  • Una deficiencia de dopamina en la vía mesocortical se asocia con síntomas negativos, como el aplanamiento afectivo y la dificultad para experimentar placer.

Esta teoría se basa en dos hallazgos fundamentales:

  1. Los antipsicóticos utilizados para tratar la esquizofrenia actúan bloqueando los receptores dopaminérgicos D₂, lo que reduce los síntomas positivos del trastorno.
  2. El consumo de drogas estimulantes como las anfetaminas, que aumentan la dopamina, puede inducir síntomas psicóticos similares a los observados en la esquizofrenia.

A pesar del fuerte respaldo de esta hipótesis, los investigadores han encontrado que la dopamina no es el único neurotransmisor implicado. Estudios recientes han señalado la posible participación de otros sistemas neuroquímicos, como:

  • El glutamato, un neurotransmisor excitador cuya disfunción podría contribuir a las alteraciones cognitivas de la esquizofrenia.
  • La serotonina, que también está implicada en la modulación de síntomas psicóticos.

3. Factores ambientales y modelo de vulnerabilidad-estrés

Además de la predisposición genética y los desequilibrios neuroquímicos, se ha identificado que ciertas experiencias y condiciones ambientales pueden actuar como desencadenantes de la esquizofrenia en personas vulnerables. Este enfoque se conoce como el modelo de vulnerabilidad-estrés, propuesto por Zubin y Spring en 1977, el cual sugiere que:

  1. Las personas pueden nacer con una predisposición biológica (genética o neurobiológica) a desarrollar esquizofrenia.
  2. Dicha predisposición no es suficiente para que la enfermedad se manifieste, sino que es necesario un factor desencadenante.
  3. Eventos estresantes o adversos en la vida pueden actuar como catalizadores de la enfermedad.

Algunos de los factores ambientales que pueden aumentar el riesgo incluyen:

  • Complicaciones durante el embarazo y el parto, como la hipoxia fetal o infecciones intrauterinas.
  • Exposición prenatal a virus, como la influenza, que podría afectar el desarrollo cerebral del feto.
  • Traumas en la infancia, abuso emocional o experiencias altamente estresantes en el desarrollo temprano.
  • Consumo de sustancias psicoactivas en la adolescencia, especialmente el uso de cannabis, que ha sido asociado con un mayor riesgo de desarrollar esquizofrenia en personas genéticamente predispuestas.

Tratamiento de la esquizofrenia

El tratamiento de la esquizofrenia debe abordarse de manera integral y multidisciplinaria, combinando medicación, terapia psicológica y apoyo social. La intervención temprana y el seguimiento adecuado son fundamentales para mejorar la calidad de vida del paciente y reducir la frecuencia de recaídas.

1. Medicación

El tratamiento farmacológico es la base del manejo de la esquizofrenia, ya que permite controlar los síntomas positivos, como las alucinaciones y los delirios. El uso de antipsicóticos ayuda a regular la actividad de los neurotransmisores, principalmente la dopamina.

Los antipsicóticos se clasifican en dos grandes grupos:

  • Antipsicóticos típicos (de primera generación): Incluyen fármacos como Haloperidol y Clorpromazina. Son eficaces en la reducción de los síntomas psicóticos, pero pueden generar efectos secundarios neurológicos, como rigidez muscular, temblores y discinesia tardía (movimientos involuntarios).

  • Antipsicóticos atípicos (de segunda generación): Ejemplos como Risperidona, Olanzapina y Clozapina presentan una menor probabilidad de causar efectos extrapiramidales, pero pueden aumentar el riesgo de síndrome metabólico, provocando alteraciones en el peso, el colesterol y los niveles de glucosa en sangre.

La elección del fármaco dependerá de la respuesta individual del paciente, la tolerancia a los efectos secundarios y la severidad de los síntomas. En algunos casos, se pueden utilizar inyecciones de liberación prolongada, lo que mejora la adherencia al tratamiento al reducir la frecuencia de administración.

2. Terapia psicológica

La terapia psicológica es un componente esencial en el tratamiento de la esquizofrenia, ya que permite trabajar en la recuperación funcional del paciente, mejorando su adaptación a la vida cotidiana y su bienestar emocional.

Entre las intervenciones más utilizadas se encuentran:

  • Terapia cognitivo-conductual (TCC): Se enfoca en ayudar al paciente a identificar y modificar pensamientos delirantes, mejorar la percepción de la realidad y desarrollar estrategias para afrontar los síntomas de la enfermedad.

  • Terapia de focalización: Desarrollada por Bentall, Haddock y Slade, esta técnica tiene como objetivo reducir la frecuencia e intensidad de las alucinaciones auditivas y ayudar a la persona a reinterpretarlas de manera menos angustiante.

  • Rehabilitación psicosocial: Incluye programas que fomentan la autonomía del paciente, mejorando sus habilidades sociales y facilitando su reintegración en la sociedad. Estas estrategias pueden incluir entrenamiento laboral, apoyo en la vivienda y educación sobre la enfermedad para los familiares y cuidadores.

El tratamiento de la esquizofrenia no solo busca la remisión de los síntomas psicóticos, sino que también pretende mejorar la calidad de vida y la funcionalidad del paciente, permitiéndole alcanzar un mayor grado de independencia y bienestar.

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Referencias:
  1. American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM-5). Washington, DC.
  2. Bentall, R. P., Haddock, G., & Slade, P. D. (1994). Cognitive Behaviour Therapy for Persistent and Recurrent Psychotic Experiences. Psychological Medicine.
  3. Crow, T. J. (1980). Molecular pathology of schizophrenia: More than one disease process? British Medical Journal, 280(6207), 66-68.
  4. Mayo Clinic. (2023). Schizophrenia: Symptoms and Causes. Retrieved from Mayo Clinic
  5. National Institute of Mental Health. (2023). Schizophrenia. Retrieved from NIMH

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