Hoy voy a escribir de uno de los fenómenos más curiosos e interesantes de nuestra psique, un fenómeno que alude a la desconexión que sufren algunas personas entre sus pensamientos, sus emociones, sus recuerdos y su propia identidad: la disociación.
En psicología, el término disociación describe una amplia variedad de experiencias que pueden ir desde un leve distanciamiento del ambiente circundante hasta distanciamientos más graves de la experiencia física y emocional. Estas experiencias, en principio, no son patológicas, pero cuando los síntomas se agravan y nos sobrepasan, cuando causan malestar e interferencias en la vida de una persona, tenemos que empezar a hablar de trastorno disociativo.
Si nos atenemos a una definición estricta de lo que es un trastorno disociativo diremos que supone un deterioro de la función integradora de la emoción, la sensación, el movimiento o el pensamiento. La disociación suele venir precedida por estresores psicosociales, es decir, que tiene que haber ocurrido un trauma antes de que se inicie este trastorno.
La disociación es un fenómeno que todos podemos llegar a experimentar. Seguro que si revisas un poco tu vida encontrarás procesos disociativos en momentos puntuales de tu vida. Por ejemplo: vas conduciendo con tu coche durante muchos kilómetros y estás tan absorto mientras conduces que cuando llegas a destino te sorprendes del poco tiempo empleado y no recuerdas nada del trayecto. Aunque, claro está, has sido capaz de cambiar de marcha, adelantar, girar el volante, etc.
Otro grado leve de disociación es cuando te metes tan de lleno en una película o en una conversación que la mayoría de lo que sucede a tu alrededor es ignorado por tu atención consciente.
También es muy frecuente que ante experiencias dolorosas en nuestra vida, como por ejemplo: discutir con alguien querido y significativo de forma muy intensa y, después, no recordar esa discusión.
Otra experiencia disociativa frecuente que muchos hemos tenido tras la pérdida de un ser querido es que, al estar en el tanatorio o ante la sepultura, nos sentimos ajenos, distanciados de la escena, percibimos el suceso como una irrealidad, no siendo capaces de recordar muy bien lo ocurrido ese día.
Las preguntas clave son: ¿por qué existe el proceso de disociación?, ¿es necesario?, ¿cumple alguna función?
La respuesta es SÍ. Nos disociamos cuando algo nos resulta intolerable para nuestra conciencia, cuando la emoción es tan intensa que no podemos aguantarla de otra forma si no es disociándonos o, simplemente, cuando una experiencia nos resulta demasiado tediosa o aburrida. La disociación aísla, anula o disminuye el impacto de los hechos dolorosos y nos evade de la realidad para hacerla más soportable.
La función más llamativa de la disociación es la función de mecanismo de defensa frente a sucesos demasiado dolorosos, por eso en el trastorno de estrés postraumático los síntomas de disociación están tan presentes. Personas que han sufrido, por ejemplo, abusos en la infancia pueden disociar esas experiencias con la amnesia total o parcial de los sucesos traumáticos. De ahí que muchas denuncias de abusos se hagan varios años después de la experiencia traumática, cuando el individuo abusado comienza a experimentar los conocidos flashback, que no son otra cosa que recuerdos intrusivos que buscan ser resueltos por la conciencia.
Es muy importante entender que una experiencia traumática no se define por lo que ocurre fuera del individuo sino por lo que cada cual experimenta dentro de sí mismo. Existen experiencias muy traumáticas, como accidentes o crímenes, donde están presentes diferentes personas y, ante ese mismo suceso, algunas sufren estrés postraumático y otras no muestran síntomas de estar traumatizados. La diferencia está en cómo integra la experiencia cada persona en particular.
También encontramos disociación en trastornos de ansiedad y de pánico. Cuando la persona experimenta un ataque de pánico o siente mucha ansiedad es normal que aparezcan la despersonalización y la desrealización. El individuo se siente como si fuera un autómata o como si estuviera viviendo en un sueño o en una película. Puede llegar a existir la sensación de ser un observador externo de los procesos mentales, del propio cuerpo o de una parte de él. La sensación de despersonalización es una sensación vivida con mucha angustia por el sujeto que la padece, que dice sentirse ajeno a la vida, ajeno a él, como si su alma se hubiera ido de su cuerpo y estuviera desconectado de todo.
La disociación aparece en muchos trastornos psicológicos, algunos de ellos son: el trastorno de estrés postraumático, la ansiedad, la depresión, el trastorno límite de la personalidad y los trastornos disociativos.
Una cuestión muy interesante y que llama poderosamente la atención es que las personas que más se disocian son también las más sugestionables o hipnotizables. Es lógico, puesto que la hipnosis tiene mucho de proceso disociativo. Por ejemplo, cuando tratamos el dolor con hipnosis procuramos que la persona experimente como ajena la parte de su cuerpo donde experimenta el dolor, llegando incluso a poder ser operada quirúrgicamente sin anestesia. En estos casos, provocar la disociación es muy útil porque aísla o suprime la parte de la conciencia que provoca el sufrimiento.
Entonces, ¿cuál es el problema de padecer síntomas disociativos?
Recordemos primero que los fenómenos disociativos cumplen una función y que casi todos nosotros los experimentamos en algunos momentos de nuestra vida. El problema viene cuando la disociación funciona como mecanismo de defensa ante una situación traumática y la persona continúa disociada mucho tiempo después del trauma. Se pierde la función adaptativa e interfiere en la vida de quien lo padece. La persona ha aprendido a reaccionar con una intensa disociación ante la experiencia traumática y después, ante cualquier mínimo estresor, puede sentir despersonalización, desrealización, amnesia disociativa, etc. La persona ha aprendido una manera de actuar ante algo que lo amenaza o no soporta y activa ese mismo mecanismo de manera desproporcionada a la realidad cotidiana.
Aunque en próximos PSYconoce profundizaremos en cada uno de los trastornos disociativos, vamos a conocer ahora los más importantes.
La amnesia disociativa es la más típica. Sucede cuando la narrativa biográfica del individuo se encuentra interrumpida con lagunas donde la persona no recuerda nada o solo recuerda algunas partes de un suceso. El individuo experimenta incapacidad para recordar información importante, generalmente de naturaleza traumática o estresante, que es incompatible con el olvido ordinario.
El embotamiento afectivo es cuando solo disociamos la emoción para hacer el suceso más soportable. Aquí nos encontramos con personas que narran el hecho traumático con un excesivo distanciamiento o frialdad, como si fuera ajeno, quedando así protegidas del impacto emocional. Hace tiempo que hicimos un vídeo sobre el trastorno de estrés postraumático, os dejo la tarjeta de este video para que podáis profundizar en el tema.
La fuga disociativa consiste en viajes repentinos e inesperados lejos del hogar o del puesto de trabajo con incapacidad de recordar.
Y uno de los más curiosos: el trastorno de personalidad múltiple o trastorno de identidad disociativo. Dentro del individuo conviven dos o más identidades o estados de personalidad.
Estas personalidades tienen un patrón propio y relativamente persistente de percepción, interacción, concepción del entorno y de sí mismo.
Si conocéis algún caso o habéis tenido experiencias disociativas, utilizad los comentarios de este blog para contarnos vuestra propia experiencia o cualquier información que consideréis oportuna. Juntos aprendemos y ampliamos la información para ayudar al mayor número de personas posible.
Y, para concluir, ¿cómo podemos tratar los síntomas disociativos?
En principio, como ya hemos comentado, es normal que existan estos síntomas en situaciones diarias como no recordar tu viaje en autobús o cierta conversación. En estos casos, pues no hay ningún problema.
En los casos donde haya síntomas de despersonalización, desrealización, amnesia disociativa o confusión y alteración de la identidad si es necesario un tratamiento psicológico que nos ayude a integrar de nuevo las diferentes partes que han quedado disociadas. Se necesita una terapia en la que empecemos conociendo qué son los procesos disociativos y cómo actúan en la psique porque entenderlo es ya un gran alivio y un avance dentro del proceso terapéutico. Otra cuestión importante a tratar es la regulación de nuestras emociones, incorporando estrategias de relajación y técnicas de autohipnosis.
En psicoterapia realizamos un tratamiento personalizado donde se aborda el trauma, se trabaja con las partes disociadas, se enseñan estrategias de autocuidado y se adquieren nuevos recursos para llevar una vida más estable y sana.
Y hasta aquí este blog. Puedes ver el vídeo que publicamos en YouTube referente a este tema.
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