La Teoría de los Marcos Relacionales (RFT, por sus siglas en inglés) ofrece una perspectiva fascinante y profunda sobre cómo los seres humanos adquieren y utilizan el lenguaje, una capacidad que nos distingue de otras especies y que está en el corazón de nuestra cognición y conducta. Este artículo explora los conceptos centrales de la RFT, destacando su importancia en el desarrollo de nuestras habilidades lógico-simbólicas y cómo influye en nuestra interacción con el mundo.
¿Qué es la Teoría de los Marcos Relacionales?
La Teoría de los Marcos Relacionales (RFT, por sus siglas en inglés), desarrollada por Steven C. Hayes y sus colegas, propone un marco integral para entender cómo los seres humanos procesan y utilizan el lenguaje, un elemento esencial que nos distingue significativamente de otras especies. Según la RFT, el núcleo de la cognición y el lenguaje humano reside en nuestra habilidad innata para establecer relaciones entre diferentes estímulos, un proceso que va más allá de la simple asociación y se adentra en la dinámica de la interacción y la transformación.
Esta teoría sostiene que la capacidad de relacionar es una conducta operante aprendida, lo que significa que se desarrolla a través de la interacción con el entorno y se refuerza mediante la experiencia. En otras palabras, aprendemos a relacionar estímulos de una manera que es funcional y significativa en el contexto de nuestras vidas, lo que permite una comprensión más profunda y un uso más sofisticado del lenguaje.
La RFT va más allá de la idea de que relacionamos meramente un estímulo con otro; enfatiza que estas relaciones son multidireccionales y multifacéticas. Por ejemplo, cuando aprendemos una palabra, no solo asociamos un sonido específico con un objeto, sino que también integramos esta relación en una red más amplia de significados y contextos. Esta capacidad no solo implica reconocer que un sonido corresponde a un objeto (relación directa), sino también ser capaz de invertir la relación (reconocer el objeto cuando se menciona el sonido) y combinarla con otras relaciones para formar estructuras de conocimiento más complejas.
Además, estas relaciones no son estáticas; son dinámicas y pueden cambiar según el contexto. Esto significa que la misma palabra o concepto puede adquirir diferentes significados en diferentes situaciones, lo que refleja la flexibilidad y la riqueza del lenguaje humano. Por ejemplo, la palabra «banco» puede referirse a una institución financiera, al lado de un río, o a un objeto en el que nos sentamos, y podemos navegar por estos diferentes significados utilizando el contexto.
La Bendición y Maldición del Lenguaje
La Teoría de los Marcos Relacionales (RFT) subraya que en el núcleo de los fenómenos relacionados con el lenguaje y la cognición se halla una acción fundamental: relacionar. Esta acción se define como una conducta operante, ya que es un comportamiento aprendido que se manifiesta en respuesta a estímulos discriminativos y puede ser reforzado.
Examinemos un aspecto básico del lenguaje: aprender el nombre de un objeto. Nombrar implica establecer una relación bidireccional entre dos estímulos; aprendemos a vincular un objeto, digamos un vaso, con un sonido asociado (el sonido «vaso»). Este proceso no es exclusivo de los humanos, pero lo que nos distingue es nuestra capacidad para invertir esta relación: si conocemos que «vaso» se refiere a un objeto específico, podemos identificar ese objeto al oír el término, sin necesidad de entrenamiento adicional.
Esta capacidad puede parecer trivial, pero resalta una habilidad única en los humanos. Por ejemplo, mientras que una paloma puede ser entrenada para asociar la imagen de un vaso con la palabra «vaso», no puede, sin entrenamiento adicional, realizar la asociación inversa de manera independiente. Esta limitación subraya la ausencia de relaciones bidireccionales en otras especies, una característica intrínseca del lenguaje humano adquirida desde temprana edad.
Podemos combinar estas relaciones. Supongamos que tras aprender que «vaso» se refiere al objeto, también entendemos que la palabra escrita «vaso» corresponde al sonido «vaso». Ahora, poseemos dos relaciones entrenadas:
vaso (objeto) → «vaso» (sonido)
«vaso» (sonido) → vaso (palabra escrita)
Debido a la naturaleza bidireccional de estas relaciones, al entrenar dos, obtenemos seis posibles respuestas relacionales, dos directas y cuatro derivadas:
La capacidad de invertir y combinar relaciones (conocida técnicamente como vinculación mutua y combinatoria) sugiere que entrenar una relación genera múltiples posibilidades relacionales. Esta expansión de relaciones va más allá de la simple coordinación («A es B») y se adentra en relaciones más complejas como la oposición, la comparación, la jerarquía y la temporalidad, enriqueciendo enormemente nuestra interacción con el mundo a través del lenguaje.
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Marcos Relacionales y Desarrollo Cognitivo
Los marcos relacionales, destacados por su capacidad de reversibilidad y combinación, constituyen el cimiento de nuestro repertorio de habilidades simbólicas. La adquisición de estos marcos es esencial para forjar las habilidades lógico-simbólicas en niños y adolescentes. Este aprendizaje es clave para que los jóvenes desarrollen y refinan su habilidad para comprender y emplear conceptos abstractos y complejos, una etapa crucial en el desarrollo cognitivo que prepara el terreno para aprendizajes más avanzados y la resolución de problemas sofisticados.
Transformación de Funciones
Dentro de las numerosas facetas de la RFT, una de las más fascinantes es su explicación sobre la transformación de funciones de los estímulos. Tomemos como ejemplo la película «The Bucket List», donde la percepción del café Kopi Luwak sufre una transformación radical tras revelarse su inusual origen. Este cambio ilustrativo, conocido en la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) como fusión, demuestra cómo las funciones simbólicas de un estímulo pueden llegar a tener más peso que sus propiedades inherentes. En el contexto del lenguaje y la cognición, este principio se refleja en cómo los significados simbólicos que atribuimos a los objetos o situaciones pueden influir poderosamente en nuestras emociones y comportamientos, a menudo más que las características físicas reales de dichos estímulos.
La RFT y la Fusión Cognitiva
La fusión cognitiva, según la RFT, es un fenómeno donde las palabras y pensamientos se integran estrechamente con las experiencias sensoriales y acciones. Sin embargo, este no es un proceso inherentemente patológico. De hecho, la fusión es una parte normal de cómo entendemos el lenguaje: cuando leemos o escuchamos hablar, estamos fusionando símbolos escritos o sonidos con significados y conceptos. Si pueden leer y comprender estas palabras, están experimentando la fusión; lo que alguna vez fueron meras «formas negras sobre papel» ahora son letras y palabras con significado.
Esta capacidad de fusionar el simbolismo con la realidad tangible es crucial en actividades diarias: desde entender una historia hasta resolver problemas matemáticos de forma simbólica. Por ejemplo, calcular cuántas manzanas quedan después de perder algunas se realiza mentalmente sin necesidad de contar físicamente, un proceso que muestra la flexibilidad y la abstracción de nuestra cognición.
En la clínica, se observa cómo este proceso, aunque ubicuo y reforzado constantemente, puede ser contraproducente. Preocupaciones como «¿qué pasaría si…?» o rumiaciones como «he hecho el ridículo» pueden llevar a intentos persistentes de resolver problemas de manera verbal, lo que puede convertirse en rumiación o preocupación. No son patológicos en sí mismos, pero pueden volverse problemáticos si dominan la acción de manera rígida. Por ejemplo, un adolescente que no puede dejar de preocuparse por un examen hasta el punto de que afecta otras áreas de su vida está experimentando una fusión cognitiva que impide un comportamiento saludable y adaptativo.
Del mismo modo, juicios verbales como «soy un perdedor» o «la gente es mala» no son inherentemente problemáticos; sin embargo, se vuelven problemáticos cuando restringen y controlan rígidamente nuestras acciones. La preocupación se convierte en un problema solo cuando impide la participación en actividades significativas.
En este contexto, la ACT busca modificar la relación de los individuos con sus pensamientos más que cambiar los contenidos de estos. La meta no es reemplazar un pensamiento negativo por uno positivo, sino aumentar la flexibilidad cognitiva, permitiendo a la persona actuar de acuerdo con sus valores y objetivos a pesar de los pensamientos automáticos que puedan surgir.
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Referencias
Hayes, S. C., Barnes-Holmes, D., & Roche, B. (2001). Relational Frame Theory: A Post-Skinnerian Account of Human Language and Cognition. New York: Kluwer Academic/Plenum Publishers.
Wilson, K. G., & Luciano, C. (2002). Terapia de Aceptación y Compromiso: Un Tratamiento Conductual Orientado a los Valores. Madrid: Pirámide.