El síndrome de Munchausen por poderes, una manifestación alarmante de maltrato infantil, se inscribe dentro de la categoría más amplia de los trastornos facticios. En este síndrome, el cuidador, típicamente la madre, no solo fabrica o induce síntomas en el niño para que parezca enfermo, sino que también persigue de manera obsesiva la atención médica. Este comportamiento va más allá de la mera obtención de simpatía o atención: cumple con una necesidad psicológica profunda en el cuidador, quien, mediante la enfermedad del niño, puede estar intentando gestionar sus propias heridas emocionales o trastornos no resueltos.

Los trastornos facticios se caracterizan por la creación consciente de síntomas físicos o psicológicos sin una motivación externa aparente, como lo sería un beneficio económico. Esto se hace con el fin de asumir el papel de enfermo y recibir atención médica. Cuando este patrón se proyecta sobre otro, como ocurre en el síndrome de Munchausen por poderes, se convierte en una forma de abuso que pone en grave riesgo la salud y el bienestar del niño.

En relación con las causas del síndrome, son complejas y multifactoriales. Aunque no se conocen con exactitud, se ha observado que algunos cuidadores con este síndrome pueden haber sufrido abuso en su niñez o presentar ellos mismos rasgos del síndrome de Munchausen, proyectando su necesidad de asumir el rol de paciente sobre la persona a su cuidado. Este entrelazamiento entre los trastornos facticios y el síndrome de Munchausen por poderes subraya la importancia de abordar no solo la salud física del niño, sino también la salud mental del cuidador.