¿Qué es la personalidad según el Psicoanálisis?

El estudio de la personalidad ha sido uno de los temas centrales dentro de la psicología. Entre las diferentes teorías que intentan explicar su origen y desarrollo, el psicoanálisis de Sigmund Freud ha tenido una influencia determinante. Pero, ¿cómo se concibe la personalidad desde este enfoque? En este artículo te explicamos, en profundidad, qué es la personalidad según la teoría psicoanalítica y cuáles son los aspectos más relevantes de su dinámica y evolución.

El enfoque de la personalidad del psicoanálisis

Sigmund Freud desarrolló su teoría de la personalidad basándose en dos enfoques principales: una perspectiva internalista y procesual. Ambos enfoques se integran para proporcionar una comprensión completa de cómo se desarrolla la personalidad desde una perspectiva psicoanalítica. Pero, ¿qué significa esto exactamente?

Enfoque internalista

El enfoque internalista sostiene que la conducta humana no está determinada únicamente por factores externos o ambientales, sino por procesos mentales internos. Es decir, nuestros pensamientos, deseos y emociones, muchos de ellos inconscientes, son los que realmente dirigen nuestro comportamiento. Por ejemplo, cuando una persona actúa de manera agresiva o ansiosa, el psicoanálisis sugiere que esa conducta está motivada por impulsos o deseos internos, a menudo reprimidos o no reconocidos a nivel consciente.

Freud fue uno de los primeros en subrayar la importancia del inconsciente como un almacén de deseos y pensamientos reprimidos que influyen en nuestra conducta sin que seamos conscientes de ello. Por ejemplo, un miedo irracional a los ascensores puede estar vinculado a un trauma infantil olvidado, que sigue influyendo en la vida adulta sin que la persona entienda su origen. Este es un claro ejemplo de cómo el enfoque internalista explica la conducta humana.

Enfoque procesual

El enfoque procesual del psicoanálisis se enfoca en cómo la información se procesa dentro de la mente y cómo este procesamiento determina la conducta. En otras palabras, no solo importa lo que sentimos o pensamos, sino cómo manejamos esa información internamente. Freud explicó que la personalidad es un producto de la interacción entre diferentes niveles de la mente: el inconsciente, el preconsciente y el consciente.

  • El inconsciente: La mayor parte de los impulsos y deseos reside aquí, inaccesibles para la conciencia.
  • El preconsciente: Incluye los pensamientos e información que no están en la mente consciente, pero que pueden ser recordados o traídos a la conciencia con facilidad (como recordar lo que desayunaste esta mañana).
  • El consciente: Es la parte de la mente de la que estamos completamente conscientes en el momento presente.

Por ejemplo, una persona puede experimentar una fuerte atracción hacia alguien, pero esta atracción puede estar reprimida en el inconsciente porque no es aceptable social o moralmente. Sin embargo, esa atracción puede manifestarse a través de otros comportamientos, como la irritación o incomodidad, que surgen sin que la persona entienda por qué se siente de esa manera.

En el psicoanálisis, la personalidad es el resultado de la interacción continua entre estos tres niveles de la mente. Las teorías internalistas y procesuales se complementan en esta explicación: los impulsos internos y los mecanismos de procesamiento de la información trabajan juntos para determinar cómo actuamos, sentimos y pensamos. De este modo, el psicoanálisis integra ambos enfoques para ofrecer una comprensión más profunda de la dinámica interna del individuo.

Proposiciones básicas de la teoría psicoanalítica

La teoría psicoanalítica de Freud sostiene que la personalidad está formada y moldeada principalmente por fuerzas inconscientes que se desarrollan en los primeros años de vida. A diferencia de otros enfoques que ven la personalidad como algo estático, Freud propuso que la personalidad es un proceso dinámico, en constante cambio, influenciado por tres estructuras psíquicas fundamentales: el Ello, el Yo y el Superyó.

Cada uno de estos componentes juega un rol esencial en la forma en que manejamos nuestros impulsos, nos relacionamos con la realidad y internalizamos las normas morales que recibimos de nuestra familia y sociedad.

El Ello

El Ello es la parte más primitiva e instintiva de la personalidad. Está gobernado por el principio del placer, lo que significa que su objetivo principal es la gratificación inmediata de los deseos y necesidades. No le importa si lo que quiere es moralmente aceptable o si es posible en la realidad; su única preocupación es obtener satisfacción.

Por ejemplo, si una persona tiene hambre, el Ello impulsaría a esa persona a buscar comida sin considerar el contexto social o si es adecuado hacerlo en ese momento. Los impulsos del Ello son irracionales y primarios, ya que no tienen en cuenta las reglas o restricciones del mundo real.

El Ello es, además, la fuente de la energía psíquica o libido, que impulsa muchas de nuestras acciones y deseos, especialmente en lo relacionado con la supervivencia y la reproducción. En la teoría freudiana, el Ello es completamente inconsciente, lo que significa que no somos conscientes de sus impulsos, aunque siguen afectando nuestra conducta.

El Yo

El Yo actúa como un mediador entre las demandas del Ello y las limitaciones de la realidad. Está regido por el principio de realidad, lo que significa que evalúa las consecuencias de las acciones antes de permitir que se satisfagan los impulsos del Ello. A diferencia del Ello, el Yo toma en cuenta las normas sociales, las consecuencias a largo plazo y las reglas que la sociedad impone.

Por ejemplo, si el Ello impulsa a alguien a gritar en una reunión porque está frustrado, el Yo evaluará la situación y decidirá que gritar podría tener consecuencias negativas, como perder el respeto de los demás. En lugar de actuar impulsivamente, el Yo buscará una forma más apropiada de expresar la frustración.

El Yo se encuentra en contacto tanto con el mundo consciente como con el inconsciente, y trabaja continuamente para equilibrar los deseos irracionales del Ello con las demandas del mundo real. Esta capacidad de regulación y mediación es fundamental para nuestro funcionamiento cotidiano.

El Superyó

El Superyó es la parte de la personalidad encargada de internalizar las normas sociales y morales que aprendemos durante nuestra vida. Se desarrolla a partir de las enseñanzas de los padres, maestros y otras figuras de autoridad. Su función principal es evaluar nuestras acciones y determinar si son correctas o incorrectas desde una perspectiva moral.

El Superyó se puede ver como nuestra conciencia y está compuesto por dos subcomponentes: el ideal del Yo y la conciencia moral. El ideal del Yo es el conjunto de estándares que aspiramos a alcanzar, mientras que la conciencia moral castiga al Yo con sentimientos de culpa cuando no seguimos esos estándares.

Por ejemplo, si una persona siente el impulso de mentir para evitar un castigo, el Superyó puede generar sentimientos de culpa o vergüenza, lo que puede inhibir el comportamiento impulsivo y motivar a la persona a actuar de manera honesta.

En resumen, el Superyó actúa como un juez interno, asegurándose de que nuestras acciones sean consistentes con los valores y normas que hemos aprendido. Este componente es crucial para mantener la integridad moral y ayuda a evitar que sigamos nuestros deseos más primarios sin control.

Interacción entre el Ello, el Yo y el Superyó

La personalidad, según Freud, es el resultado de la interacción constante entre estas tres estructuras. El Ello busca satisfacer sus deseos de manera inmediata, el Yo trata de regular estos impulsos considerando la realidad, y el Superyó impone restricciones morales y sociales. Esta dinámica a menudo genera conflictos internos, ya que el Ello, el Yo y el Superyó pueden tener demandas contradictorias.

Por ejemplo, si una persona tiene el deseo de tomar algo que no le pertenece (impulso del Ello), el Yo podría intervenir y recordarle que robar tiene consecuencias negativas, mientras que el Superyó podría añadir un sentimiento de culpa, reforzando la moralidad del acto.

Este proceso continuo de mediación y ajuste es lo que, según Freud, da forma a la personalidad humana y a las decisiones que tomamos en nuestra vida diaria.

Procesos Primarios y Secundarios en el desarrollo de la personalidad

Dentro de la teoría psicoanalítica, Freud distinguió entre dos tipos de procesos que regulan la mente humana y la forma en que interactuamos con el mundo: los procesos primarios y los procesos secundarios. Cada uno de estos procesos juega un papel crucial en cómo satisfacemos nuestros deseos e impulsos, y cómo nos adaptamos a la realidad y a las normas sociales.

Procesos Primarios

Los procesos primarios están vinculados al inconsciente, lo que significa que operan fuera de nuestro control consciente. Estos procesos son responsables de satisfacer nuestros impulsos más básicos de manera inmediata, sin considerar la realidad o las consecuencias de nuestras acciones. En esencia, los procesos primarios están dominados por el principio del placer, donde la única meta es la gratificación instantánea.

Freud identificó tres modelos principales dentro de los procesos primarios:

  • Modelo primario de acción: Este modelo se relaciona con la satisfacción inmediata de los impulsos. Por ejemplo, si sientes hambre, el modelo primario de acción buscaría que comieras algo de inmediato, sin considerar si estás en un lugar adecuado para hacerlo o si la comida está disponible. Es un impulso directo hacia la acción.

  • Modelo primario de cognición: En este modelo, los pensamientos están desorganizados y no siguen reglas lógicas o racionales. Los procesos cognitivos primarios no tienen en cuenta las consecuencias ni la planificación a largo plazo. Por ejemplo, en un sueño, los pensamientos pueden saltar de una escena a otra sin conexión aparente, reflejando cómo funciona el inconsciente en este nivel.

  • Modelo primario del afecto: En este caso, las emociones se descargan sin restricción. Las personas que actúan bajo este modelo pueden experimentar reacciones emocionales intensas, como el llanto o la ira, sin controlar esas emociones. Un ejemplo sería una rabieta infantil, donde el niño no tiene aún los mecanismos para regular sus emociones y expresa el afecto de forma pura y directa.

En resumen, los procesos primarios son automáticos, irracionales y no están sujetos a las restricciones de la realidad. Funcionan principalmente en la primera infancia y se ven reflejados en el comportamiento inconsciente de los adultos, especialmente en situaciones de estrés o tensión.

Procesos Secundarios

Por otro lado, los procesos secundarios están asociados al yo y se rigen por el principio de realidad. Estos procesos son conscientes, lo que significa que implican deliberación, planificación y la capacidad de posponer la gratificación para lograr un resultado más adecuado o aceptable socialmente. Los procesos secundarios ayudan a gestionar los impulsos del Ello, adaptándolos a las exigencias del entorno y las normas sociales.

Freud también identificó tres modelos clave dentro de los procesos secundarios:

  • Modelo secundario de acción: A diferencia del modelo primario, este modelo implica la transformación del impulso para que pueda ser satisfecho de manera más adaptada o aceptable socialmente. Por ejemplo, si sientes ira, en lugar de golpear a alguien (una acción primaria), puedes canalizar ese impulso en una actividad física, como hacer ejercicio, lo que es más socialmente aceptable.

  • Modelo secundario de cognición: Aquí, los pensamientos son lógicos y planificados. Este modelo permite evaluar diferentes alternativas, analizar las consecuencias y tomar decisiones racionales. Un ejemplo claro sería cuando decidimos ahorrar dinero para comprar algo más adelante, en lugar de gastarlo de inmediato en algo impulsivo.

  • Modelo secundario del afecto: En este modelo, las emociones están reguladas de manera que no interfieran en la adaptación social o en el funcionamiento cotidiano. Por ejemplo, en lugar de estallar en llanto en una situación de estrés, una persona que opera con procesos secundarios puede contener sus emociones hasta un momento más adecuado para expresarlas, manteniendo así el control sobre su afecto.

Diferencias entre los Procesos Primarios y Secundarios

Los procesos primarios y secundarios son dos caras de una misma moneda en la teoría freudiana. Mientras que los procesos primarios operan a nivel inconsciente y buscan la gratificación inmediata, los procesos secundarios son más conscientes y racionales, gestionando los impulsos de manera adaptativa. Un adulto sano y equilibrado debe ser capaz de alternar entre estos procesos, dependiendo de las demandas de la situación.

Por ejemplo, en situaciones de emergencia, los procesos primarios pueden tomar el control, impulsándonos a actuar rápidamente sin pensar demasiado. Sin embargo, en la mayoría de las situaciones cotidianas, los procesos secundarios son los que predominan, permitiéndonos actuar de manera racional y socialmente aceptable.

psicoanálisis

Los Puntos de Vista del Psicoanálisis

Freud adoptó múltiples enfoques para estudiar y explicar la personalidad humana dentro del marco del psicoanálisis. Cada uno de estos puntos de vista ofrece una perspectiva única y complementaria, permitiendo una comprensión más completa de cómo se desarrolla y manifiesta la personalidad. A continuación, desglosamos estos enfoques clave.

1. Punto de Vista Empírico

El enfoque empírico en el psicoanálisis se centra en la conducta observable del sujeto. Es decir, Freud no solo se preocupaba por lo que ocurría dentro de la mente, sino también por cómo se manifestaban esos procesos mentales en la conducta externa. Este punto de vista es importante porque, aunque muchas dinámicas de la personalidad operan de manera inconsciente, las consecuencias de estas dinámicas pueden verse en la forma en que una persona se comporta.

Por ejemplo, si una persona reprime constantemente sus emociones de tristeza, desde un enfoque empírico, podríamos observar que esta persona se muestra distante o inexpresiva en sus interacciones diarias. La conducta observable (distancia emocional) nos proporciona pistas sobre los procesos inconscientes que están operando.

2. Punto de Vista Genético

El enfoque genético no se refiere a la genética biológica, sino a cómo las fases del desarrollo temprano de la vida influyen en la formación de la personalidad. Freud propuso que la infancia y las experiencias tempranas tienen un impacto decisivo en nuestra personalidad adulta. A lo largo del desarrollo psicosexual, atravesamos distintas fases (oral, anal, fálica, latencia y genital), y la manera en que resolvemos los conflictos en cada una de estas etapas determina los rasgos de nuestra personalidad.

Por ejemplo, si un niño experimenta una sobreprotección durante la fase oral, esto podría resultar en un adulto dependiente o con tendencia a buscar gratificación a través del consumo de alimentos o tabaco, como un intento de revivir esa sensación de seguridad de la infancia. Este enfoque permite entender la personalidad adulta como el resultado de experiencias tempranas y cómo estas moldean nuestras respuestas emocionales y conductuales.

3. Punto de Vista Topográfico

El punto de vista topográfico es uno de los conceptos más conocidos de Freud y se refiere a la división de la mente en tres niveles: el consciente, el preconsciente y el inconsciente.

  • Consciente: Incluye todo lo que estamos experimentando en el momento presente, nuestros pensamientos, percepciones y sentimientos inmediatos. Es el nivel de la mente del cual somos plenamente conscientes.
  • Preconsciente: Contiene pensamientos e información que no están presentes en la mente consciente, pero que pueden ser recuperados fácilmente. Por ejemplo, puedes no estar pensando en tu número de teléfono ahora mismo, pero si te lo piden, puedes recordarlo sin dificultad.
  • Inconsciente: Es el nivel más profundo de la mente y contiene deseos, impulsos y recuerdos reprimidos. Es inaccesible para la conciencia ordinaria, pero sigue influyendo en nuestra conducta y emociones. Muchos de nuestros comportamientos son el resultado de procesos inconscientes, como traumas o deseos no resueltos.

Este enfoque topográfico es fundamental en el psicoanálisis, ya que subraya la importancia de los procesos inconscientes en la configuración de la personalidad.

4. Punto de Vista Estructural

El punto de vista estructural divide la psique en tres componentes esenciales: el Ello, el Yo y el Superyó. Cada una de estas estructuras tiene funciones y características específicas, y su interacción es la que forma la base de nuestra personalidad.

  • Ello: Representa nuestros deseos e impulsos más primarios y está regido por el principio del placer. Es la parte más primitiva e instintiva de la mente, buscando gratificación inmediata sin considerar las consecuencias.
  • Yo: Actúa como el mediador entre el Ello y la realidad, regido por el principio de realidad. El Yo busca satisfacer los deseos del Ello de una manera que sea socialmente aceptable y que no genere problemas en el entorno.
  • Superyó: Es la parte moral de la personalidad, encargada de internalizar las normas sociales. Actúa como un juez interno, evaluando nuestras acciones y pensamientos, castigando con culpa cuando no se ajustan a los estándares morales.

La interacción entre estas tres estructuras es lo que Freud consideraba el núcleo de la dinámica de la personalidad. Por ejemplo, si el Ello impulsa a una persona a actuar de manera egoísta, el Yo puede moderar ese impulso, considerando las repercusiones sociales y éticas, mientras que el Superyó podría generar sentimientos de culpa si esa acción va en contra de los valores internalizados.

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Dinámica de la personalidad según Freud

En el marco del psicoanálisis, Freud concibe la personalidad como un sistema dinámico en el que fluye constantemente la energía psíquica. Esta energía, también llamada libido, es el motor de nuestros pensamientos, emociones y comportamientos. Freud propuso que esta energía se origina en el Ello y fluye hacia el Yo y el Superyó, los cuales tienen la tarea de gestionar y controlar esta energía de manera adecuada. Según Freud, la forma en que esta energía es gestionada define nuestra personalidad y determina cómo respondemos ante los impulsos y las restricciones de la realidad.

El origen de la energía psíquica: el Ello

La energía psíquica se genera en el Ello, la parte más primitiva e instintiva de la mente, que busca la gratificación inmediata de los impulsos y deseos, sin considerar las consecuencias. Esta energía es fluida y, en su estado más básico, se orienta hacia la satisfacción inmediata de las necesidades, lo que Freud llamó el principio del placer.

Formas de la energía psíquica

Freud identificó tres tipos principales de energía psíquica que circulan dentro del aparato mental:

  • Energía móvil: Este tipo de energía está directamente relacionado con la búsqueda de satisfacción inmediata. Es la energía que impulsa al individuo a actuar de manera impulsiva y sin considerar las consecuencias. Un ejemplo de esto es cuando alguien, movido por el hambre, actúa de inmediato para encontrar comida sin importar las circunstancias o el entorno social. La energía móvil está directamente ligada al principio del placer, buscando resolver tensiones internas de manera rápida.

  • Energía ligada: A medida que la energía móvil es procesada por el Yo, que opera bajo el principio de realidad, esta energía se convierte en energía ligada. El Yo actúa como un mediador, controlando los impulsos del Ello y posponiendo su satisfacción hasta que sea posible satisfacerlos de manera aceptable para la realidad y las normas sociales. En este sentido, la energía ya no fluye de manera inmediata, sino que es canalizada y controlada por procesos mentales conscientes. Por ejemplo, en lugar de actuar de inmediato ante un deseo de comer, una persona podría planear una comida más tarde en un momento y lugar apropiado.

  • Energía neutralizada: Esta es una forma de energía que ha sido reducida en su intensidad. Se refiere a la energía psíquica que ha sido despojada de su carga original y ya no está dirigida hacia la gratificación inmediata. Esta neutralización se logra principalmente a través de los mecanismos de defensa. Por ejemplo, si una persona siente un impulso agresivo que no puede expresar directamente, ese impulso puede ser neutralizado mediante la sublimación, redirigiéndolo hacia una actividad más aceptable, como el deporte o el arte.

El flujo de la energía: un equilibrio constante

La dinámica de la personalidad se basa en el equilibrio entre estas tres formas de energía. El Ello genera los impulsos y la energía móvil, mientras que el Yo gestiona esos impulsos, transformándolos en energía ligada o neutralizándolos para evitar conflictos con el Superyó y las normas sociales.

Este flujo de energía no es constante ni siempre armónico. En momentos de tensión o estrés, el Yo puede no ser capaz de manejar la energía del Ello de manera eficiente, lo que puede llevar a conflictos internos, como la ansiedad o el malestar. Aquí es donde los mecanismos de defensa juegan un papel crucial, ya que ayudan a redirigir o reducir la energía para evitar que el conflicto entre el Ello, el Yo y el Superyó se intensifique.

La importancia de la gestión de la energía

Una buena gestión de la energía psíquica por parte del Yo es fundamental para el bienestar psicológico. Cuando el Yo es capaz de manejar adecuadamente los impulsos del Ello, la persona puede satisfacer sus deseos de manera saludable, sin causar conflictos con el Superyó o la realidad externa. Sin embargo, cuando el Yo no logra manejar esta energía de manera adecuada, pueden surgir trastornos como la neurosis o la psicosis, donde el individuo es incapaz de reconciliar los impulsos del Ello con las restricciones de la realidad y las normas morales del Superyó.

Ansiedad según Freud

En la teoría psicoanalítica, Freud consideraba la ansiedad como un indicador de conflicto dentro del aparato psíquico. Para Freud, la ansiedad no es solo una emoción desagradable, sino una señal de alerta de que algo en la mente está en desbalance. Esta ansiedad puede surgir por varios motivos, dependiendo de los conflictos que se presenten entre las diferentes estructuras de la personalidad: el Ello, el Yo y el Superyó. Freud distinguió entre tres tipos principales de ansiedad, cada una originada por un tipo específico de conflicto.

1. Ansiedad real

La ansiedad real surge cuando el Yo se enfrenta a peligros externos. En este caso, el Yo percibe una amenaza en el mundo exterior que pone en riesgo la seguridad física o emocional del individuo. Este tipo de ansiedad está muy relacionado con el instinto de supervivencia y la capacidad de adaptación al entorno.

Por ejemplo, si una persona se enfrenta a una situación peligrosa como un accidente o un ataque, el Yo experimentará ansiedad real, alertando al individuo de que debe actuar para protegerse. En este tipo de ansiedad, el Yo no está en conflicto con el Ello o el Superyó, sino con el entorno, y la ansiedad funciona como una respuesta adaptativa para lidiar con ese peligro.

2. Ansiedad neurótica

La ansiedad neurótica es producto de un conflicto interno entre el Ello y el Yo. Este tipo de ansiedad surge cuando el Yo teme perder el control sobre los impulsos del Ello, los cuales buscan gratificación inmediata sin tener en cuenta las consecuencias o las restricciones de la realidad. El Yo percibe que estos impulsos pueden llevar a situaciones peligrosas o inaceptables y, por lo tanto, genera ansiedad como una forma de advertencia.

Por ejemplo, una persona puede sentir un fuerte impulso de agredir a alguien que lo ha insultado. Sin embargo, el Yo reconoce que actuar sobre ese impulso sería inapropiado o podría tener consecuencias negativas (como el rechazo social o el castigo legal). Esta lucha interna entre el deseo irracional del Ello y la lógica del Yo genera ansiedad neurótica. Aunque no existe un peligro real en el mundo exterior, el Yo percibe la posibilidad de descontrol como una amenaza.

3. Ansiedad moral

La ansiedad moral surge cuando el Yo entra en conflicto con el Superyó. El Superyó es la instancia que representa los valores morales y las normas sociales internalizadas, y actúa como un juez sobre las acciones y pensamientos del Yo. Cuando el Yo contempla o realiza acciones que no se alinean con estos estándares morales, el Superyó genera sentimientos de culpa o vergüenza, lo que da lugar a la ansiedad moral.

Por ejemplo, si una persona miente o traiciona un principio moral que ha internalizado, como la honestidad o la fidelidad, el Superyó castigará al Yo con sentimientos de culpa, y la persona experimentará ansiedad moral. Este tipo de ansiedad no está relacionada con un peligro externo ni con los impulsos del Ello, sino con la conciencia moral del individuo, que le indica que está fallando en cumplir con sus propios estándares o los de la sociedad.

Ansiedad: un conflicto en el Yo

Para Freud, la ansiedad es, en esencia, un conflicto en el Yo, que se encuentra atrapado entre las demandas del mundo exterior, los deseos del Ello y las restricciones del Superyó. Cada tipo de ansiedad refleja un tipo de tensión diferente dentro de la mente:

  • La ansiedad real refleja la tensión entre el Yo y el mundo externo, un peligro que requiere una respuesta inmediata.
  • La ansiedad neurótica refleja la tensión entre el Ello y el Yo, donde el Yo teme perder el control de los impulsos primitivos del Ello.
  • La ansiedad moral refleja la tensión entre el Yo y el Superyó, donde el Yo teme no cumplir con las expectativas morales y sociales que el Superyó ha internalizado.

Mecanismos de Defensa

Los mecanismos de defensa son estrategias inconscientes que el Yo utiliza para protegerse de la ansiedad. Algunos de los más comunes son:

  • Represión: Bloquear impulsos o recuerdos inaceptables.
  • Proyección: Atribuir a otros los propios deseos inaceptables.
  • Racionalización: Justificar conductas o pensamientos inaceptables con explicaciones lógicas.

Si quieres estudiar y profundizar en los mecanismos de defensa te aconsejamos este artículo sobre ellos. 

Desarrollo Evolutivo de la Personalidad según Freud

Freud propuso que el desarrollo de la personalidad sigue una secuencia de fases psicosexuales, cada una de ellas vinculada a una parte del cuerpo que proporciona gratificación al niño en esa etapa. A medida que el niño atraviesa estas fases, enfrenta ciertos conflictos que deben resolverse adecuadamente para un desarrollo saludable. El éxito o fracaso en la resolución de estos conflictos influirá profundamente en la formación de la personalidad adulta. Si el conflicto no se resuelve, el individuo puede quedarse fijado en una fase particular, lo que puede generar dificultades en la vida adulta.

A continuación, se detallan las fases psicosexuales propuestas por Freud:

1. Fase Oral (0-1 años)

La fase oral es la primera etapa en el desarrollo de la personalidad, y ocurre durante el primer año de vida. Durante esta fase, la principal fuente de gratificación para el niño proviene de la boca, ya sea a través de la alimentación (amamantar) o de comportamientos como chupar o morder. Freud creía que el placer oral es la principal forma en que el niño satisface sus necesidades físicas y emocionales.

  • Conflicto principal: El destete, o la transición de la alimentación a través del pecho o biberón a otros alimentos.
  • Posibles fijaciones: Si el niño experimenta frustración o gratificación excesiva durante esta etapa, puede desarrollar una fijación oral, lo que podría manifestarse en la adultez con comportamientos como el tabaquismo, la sobrealimentación, el consumo excesivo de alcohol o incluso rasgos de dependencia emocional.

2. Fase Anal (1-3 años)

La fase anal ocurre entre el primer y tercer año de vida y se caracteriza por el desarrollo del control de los esfínteres durante el proceso de entrenamiento para el uso del baño. Aquí, la gratificación se centra en el control y la retención o expulsión de los excrementos, y este control representa un paso importante en el desarrollo de la autonomía.

  • Conflicto principal: El entrenamiento para controlar esfínteres. Este proceso implica un conflicto entre el deseo del niño de satisfacer sus propios impulsos y la necesidad de cumplir con las expectativas de los padres y la sociedad.
  • Posibles fijaciones: Freud sostenía que un enfoque demasiado estricto o indulgente durante esta fase podría resultar en fijaciones. Un niño que es forzado excesivamente a ser limpio y ordenado podría desarrollar una personalidad obsesivo-compulsiva en la adultez (fijación anal-retentiva), mientras que un enfoque muy laxo podría generar una personalidad desordenada y caótica (fijación anal-expulsiva).

3. Fase Fálica (3-5 años)

La fase fálica ocurre entre los tres y cinco años, y es en este momento cuando el niño se enfoca en los órganos genitales como fuente de gratificación. Durante esta fase, Freud introdujo el concepto del Complejo de Edipo, según el cual los niños desarrollan un deseo inconsciente hacia el progenitor del sexo opuesto y ven al progenitor del mismo sexo como un competidor.

  • Conflicto principal: El Complejo de Edipo. El niño debe resolver estos deseos edípicos reprimidos e identificar con el progenitor del mismo sexo.
  • Posibles fijaciones: Freud sugería que la resolución inadecuada del Complejo de Edipo podría llevar a fijaciones fálicas, lo que podría influir en problemas con la autoridad, la identidad de género o dificultades en las relaciones amorosas en la edad adulta.

4. Fase de Latencia (5-13 años)

La fase de latencia comienza aproximadamente a los cinco años y dura hasta la pubertad. Durante este período, los impulsos sexuales están relativamente latentes o inactivos, ya que el niño se enfoca en desarrollar habilidades cognitivas, sociales y académicas. Es una etapa importante para la socialización y el desarrollo de amistades.

  • Conflicto principal: Durante la fase de latencia, el principal conflicto está en la adquisición de nuevas habilidades, intereses y competencias, y la capacidad del niño para equilibrar estos con las expectativas sociales y familiares.
  • Posibles fijaciones: Freud no consideraba que esta fase tuviera conflictos sexuales importantes que pudieran generar fijaciones. Sin embargo, problemas no resueltos de fases anteriores pueden permanecer latentes durante este tiempo y resurgir más adelante en la vida adulta.

5. Fase Genital (13 años en adelante)

La fase genital comienza en la pubertad y continúa durante la vida adulta. Durante esta fase, los impulsos sexuales reaparecen con mayor fuerza, pero ahora están dirigidos hacia otras personas en lugar de centrarse en el propio cuerpo, como en las fases anteriores. La madurez sexual y la capacidad para establecer relaciones amorosas saludables son los principales objetivos de esta etapa.

  • Conflicto principal: El conflicto en esta etapa reside en aprender a integrar los deseos sexuales con las expectativas sociales y construir relaciones basadas en el amor y el respeto mutuos.
  • Posibles fijaciones: Freud creía que, si todas las fases anteriores se resolvían adecuadamente, el individuo alcanzaría la madurez psicosexual. Sin embargo, las fijaciones no resueltas en fases anteriores pueden manifestarse durante esta etapa, interfiriendo en la capacidad del adulto para mantener relaciones satisfactorias y saludables.

Fijaciones y su impacto en la personalidad adulta

Si el niño no supera adecuadamente los conflictos asociados con cada fase, puede desarrollar fijaciones, lo que significa que parte de su energía psíquica queda atrapada en una fase anterior. Estas fijaciones pueden manifestarse como rasgos de personalidad en la vida adulta, influenciando comportamientos y formas de relacionarse con los demás.

Por ejemplo, una fijación oral puede resultar en una personalidad dependiente o una tendencia hacia comportamientos compulsivos relacionados con la boca (comer, fumar), mientras que una fijación anal puede llevar a una personalidad obsesiva o desordenada.

Diferencias entre Neurosis y Psicosis según Freud

Freud dedicó gran parte de su trabajo al estudio de las neurosis y psicosis, dos trastornos psicológicos que, aunque pueden parecer similares a simple vista, tienen diferencias fundamentales en cuanto a su origen y manifestación. Estas diferencias radican principalmente en la relación entre el Yo, el Ello y la realidad, y en cómo el Yo gestiona los conflictos internos y externos.

Neurosis

La neurosis, según Freud, surge como resultado de un conflicto interno entre el Yo y el Ello. En este caso, el Yo aún mantiene una cierta capacidad de control sobre los impulsos del Ello, aunque lo hace de manera ineficiente o con gran dificultad, lo que genera ansiedad y malestar en el individuo. El Yo se encuentra en constante lucha para reprimir o gestionar los deseos inconscientes del Ello que son inaceptables o inapropiados según las normas sociales y morales.

  • Conflicto central: El Yo trata de reprimir los impulsos del Ello (por ejemplo, impulsos agresivos o sexuales), pero estos impulsos encuentran vías indirectas de manifestarse, generando síntomas como fobias, obsesiones, histeria o ansiedad.

  • Relación con la realidad: En la neurosis, el individuo sigue conservando el contacto con la realidad, es decir, la persona es consciente de lo que está sucediendo a su alrededor y reconoce sus pensamientos y conductas como problemáticos. Sin embargo, el conflicto interno no resuelto genera un malestar constante.

Por ejemplo, una persona con neurosis obsesivo-compulsiva puede tener pensamientos repetitivos sobre el desorden o la contaminación (impulsos inconscientes del Ello), pero el Yo impone conductas repetitivas, como el lavado de manos constante, para mantener estos impulsos bajo control.

Psicosis

La psicosis, por otro lado, es un trastorno más grave, que se produce cuando el Yo pierde el control sobre el Ello y, como resultado, se pierde el contacto con la realidad. En la psicosis, los impulsos del Ello ya no están reprimidos ni gestionados por el Yo, lo que provoca una desorganización completa en los pensamientos, las percepciones y los comportamientos.

  • Conflicto central: El Yo colapsa bajo la presión del Ello o de la realidad externa, lo que provoca que los deseos o impulsos inconscientes del Ello se manifiesten de manera directa y desorganizada. En este estado, el individuo puede experimentar delirios (creencias falsas) o alucinaciones (percepciones falsas), creyendo que estas experiencias son reales.

  • Relación con la realidad: En la psicosis, el individuo pierde completamente el contacto con la realidad. A diferencia de la neurosis, donde el Yo aún conserva cierto control, en la psicosis el Yo es incapaz de filtrar o interpretar adecuadamente la realidad, lo que lleva a la desintegración de la personalidad.

Por ejemplo, una persona con psicosis puede creer que está siendo perseguida o controlada por fuerzas externas, y no puede distinguir entre lo que es real y lo que es producto de su mente.

Conclusión

La teoría psicoanalítica de la personalidad ofrece una visión compleja y profunda del desarrollo humano, destacando la influencia del inconsciente y los conflictos internos en la configuración de nuestra personalidad. Aunque ha sido criticada y revisada a lo largo del tiempo, sigue siendo un pilar fundamental en el campo de la psicología.

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Referencias

  • Freud, S. (1923). El Yo y el Ello. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Rapaport, D. (1967). La estructura del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.
  • Sullivan, H. S. (1953). La teoría interpersonal de la psiquiatría. Nueva York: Norton.
  • Bragado, C. (1996). El psicoanálisis: Teoría y práctica. Madrid: Alianza Editorial.

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