✔️ El EXPERIMENTO del Pequeño ALBERT · John Watson y Rosalie Rayne

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A lo largo de la historia de la ciencia se han realizado experimentos que han ayudado en el avance de la ciencia pero que fueron controvertidos por los límites éticos que sobrepasaron. Entre ellos destaca uno sin igual porque el sujeto experimental fue un bebé. Este bebé fue utilizado para investigar cómo se crean los miedos y fobias. En este Blog vamos a hablar del cruel experimento del pequeño Albert, de qué es lo que se experimentó, qué repercusiones tuvo y qué pasó con la vida de este pequeño niño. 

Antes de adentrarnos en el experimento en sí, vamos a conocer los antecedentes que motivaron a su autor, John Broadus Watson, considerado el padre de la rama conductista de la psicología, a realizar este experimento. 

Ivan Pavlov ganó el premio Nobel de fisiología con sus estudios sobre el sistema digestivo en 1903. Pavlov experimentaba con perros. En su laboratorio se dio cuenta que cuando presentaba la comida, los perros ya estaban salivando. La salivación se había anticipado al momento real de comer con solo ver la comida. Pavlov se preguntó si podía inducir esta misma conducta sin necesidad de presentar el alimento. Eligió un estímulo neutro que pudiera asociar con la comida: una campanilla.

Tras varios intentos, Pavlov consiguió que los perros empezaran a salivar cuando oían la campanilla. Gracias a las repetidas presentaciones de la campanilla antes de la comida los canes habían logrado asociar los dos estímulos. La campanilla pasó de ser un estímulo neutro a un estímulo condicionado. Ya no era necesaria la comida para que el perro salivara. 

A partir de este descubrimiento se desarrolló el condicionamiento clásico basado en una secuencia estímulo respuesta. 

Watson conocía bien los trabajos de Ivan Pavlov, ganador del premio Nobel de fisiología con sus estudios sobre el sistema digestivo en 1903.

Watson que era un conductista radical. Para Watson la conducta resultante de un individuo se explicaba en base a la historia de su aprendizajes asociativos. Es decir, el ser humano cuando nacía era un lienzo en blanco, o una tabula rasa como habrían dicho los empiristas, sin ningún componente innato o instintivo. Watson pensó que este lienzo en blanco podría ser pintado al antojo de un experimentador como él, logrando así influir en la conducta y en personalidad del individuo. 

Esa tabula rasa solo podía encontrarse en un niño lo suficientemente pequeño para que ese lienzo no tuviera aún demasiadas pinceladas, es decir demasiados aprendizajes que contaminaran la experimentación. Watson comenzó a buscar a ese sujeto experimental que demostrara sus teorías. 

Watson investigaba en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore. En 1920 se asoció con Rosalie Rayne para llevar a cabo por fin el deseado experimento. 

Watson deseaba comprobar en humanos el experimento de Pavlov. Pero en vez de condicionar un estímulo neutro como una campanilla a otro estímulo incondicional como el alimento, Watson quería condicionar un estímulo que no provocaba respuesta fóbica en el niño, como era una rata blanca, con otro estímulo ruidoso, como el de un fuerte estruendo provocado por una barra de hierro al ser golpeada

Para Watson la emocionalidad de los bebés era muy limitada y se reducía a tres emociones: miedo, amor y cólera. El sujeto ideal para experimentar fue encontrado en el orfanato para niños inválidos Harriet Lane Home. Una de las nodrizas de este orfanato llevaba a su hijo recién nacido al trabajo porque nadie más podía atenderlo. Era un niño tranquilo, que apenas había llorado o manifestado ira desde que nació. La madre del bebé informó a Watson.

Con 8 meses y 26 días, Albert fue seleccionado para ser la cobaya de este experimento tan éticamente cuestionable. Esta investigación marcó un antes y un después en la historia de la psicología. 

Profundicemos ahora la investigación. El experimento constaba de diferentes sesiones en las que se pudo comprobar que fácil es condicionar el miedo y crear una fobia. 

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En la primera sesión, el pequeño Albert fue expuesto a varios estímulos para descubrir si les tenía miedo antes de que empezara el experimento. Se le expuso al fuego y a diferentes animales. El pequeño Albert no mostró miedo a ninguno de estos estímulos. Sin embargo, cuando Watson dio un fuerte golpe con una barra metálica, el niño lloró, confirmando su hipótesis de que se podía inducir una respuesta de miedo en los bebés ante un ruido brusco.

A los dos meses, una vez tenido claro qué estímulos eran los neutros y cuáles los que provocaban miedo, comenzó el experimento. El primer estímulo a condicionar era miedo a una rata blanca a la que antes no tenía miedo. Al presentársela a Albert, el pequeño sintió curiosidad e incluso la quiso alcanzar. Entonces, Watson y Rayner, hicieron sonar con una gran estruendo una barra de hierro al mismo tiempo que se presentaba el animal. 

Al sonar la barra metálica y ver a la rata blanca, el pequeño Albert empezó a llorar. Se tiró hacia atrás, alterado. Volvieron a intentarlo, enseñándole primero la rata blanca y volviendo a hacer sonar la barra metálica. Se repitió la presentación de la rata y el ruido de la barra de hierro hasta que ambos estímulos quedaron asociados para el bebé.  Watson y Rayner decidieron postergar el resto de las pruebas experimentales una semana, “para no perturbar al niño seriamente”.  En la segunda tanda experimental se realizaron ocho intentos más para asegurar que el niño había quedado lo suficientemente condicionado. En el octavo intento, cuando solo se presentó la rata blanca, sin ruido brusco de fondo, el pequeño Albert rompió a llorar, no quería tocarla, la evitaba y huía de ella.

Este experimento no se quedó aquí. Wattson quería comprobar si el pequeño Albert podía transferir el miedo a la rata blanca a otros estímulos con características similares, es decir, que tuvieran pelo o que fueran blancos. 

Hoy sabemos que esta transferencia es muy común en las fobias. Se llama generalización y transfiere la fobia a otros estímulos similares a los que el individuo teme debido a su fobia. 

Para poder desarrollar esta parte del experimento, los investigadores se valieron de varios animales y objetos peludos, muy parecidos al tacto de la rata blanca: un conejo, un perro y, también, un abrigo de piel. 

Cuando se los presentaron a Albert, el niño empezó a llorar, sin necesidad de hacer sonar la barra de metal. El niño no solo temía a la rata blanca, también sentía miedo a objetos que se parecían. El miedo estaba transferido.

Cuando Albert cumplió un año se realizó la última prueba. Se le presentó un estímulo aún más desconcertante: una máscara de Santa Claus. Al ver la careta de este personaje navideño el pequeño Albert también se puso a llorar, intentando defenderse abofeteando a la máscara. Al tocarla, gimió y lloró todavía más. Al final, solo con la mera presentación visual de la máscara el niño lloraba. 

El experimento, que debía continuar con el descondicionamiento de la fobia provocada en el niño, se interrumpió. Watson y Rayner afirmaron que el pequeño Albert había sido adoptado por una nueva familia y se habían trasladado a otra ciudad. 

Otra versión nos dice que al descubrirse que Watson y Rayner tenían una relación sentimental, algo que estaba totalmente prohibido entre compañeros de la Universidad, el experimento no pudo concluir y fue cancelado. Aunque también es bien conocido que la Universidad llevaba mucho tiempo molesta por los dilemas éticos que este experimento creaba en la comunidad científica. 

Aquí es donde se pierde el rastro del pequeño Albert. Desapareció sin haber descondicionado esa fobia y no se supo si desarrolló fobias en su vida adulta o no tuvo afectación emocional como consecuencia de este experimento. Actualmente existen dos investigaciones recientes sobre qué le ocurrió al pequeño Albert. Los resultados de ambas investigaciones se contradicen sobre qué es lo que le pudo ocurrir a Albert. Pero ambas coinciden en que el pequeño Albert se llamaba en realidad William Barger.

En el año 2009, Hall P. Beck y Sharman Levinson publicaron en la APA su línea de investigación sobre cómo vivió Albert después de haber sido sujeto experimental de Watson y Rayner. Según esta investigación, el pequeño Albert no logró vivir por mucho tiempo y falleció a la edad de 6 años, en 1926, de hidrocefalia congénita.

En 2014, una investigación más reciente desarrollada por Russ Powell y Nancy Digdon concluyó que William Barger había fallecido en el 2007. Los familiares de Barger aseguraron que siempre había tenido una fobia especial a perros y a otros animales peludos.

Si conocéis algún dato más sobre el experimento del pequeño Albert, por favor, contádnoslo en los comentarios de este blog para que juntos podamos ampliar la información todo lo posible. Independientemente de las consecuencias que el experimento causó al pequeño Albert, este experimento hizo que la comunidad científica comenzará a dictaminar protocolos deontológicos en la experimentación. 

Y hasta aquí este blog, si te has quedado con ganas de más, te recomendamos ver el vídeo de este Blog que publicamos en YouTube 🙂

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