Inteligencia Emocional · Daniel Goleman

Hola PSYCOlógicos, en 1995 se publicó la primera edición del libro que traigo entre mis manos: INTELIGENCIA EMOCIONAL, de Daniel Goleman. En unos pocos meses ya era un Best-Seller Mundial.

Hoy, en nuestro PSYconoce, hablaremos de esta obra que ha influido sobre tantas personas y que ha cambiado la visión de la inteligencia en todos los ámbitos: Inteligencia Emocional de Daniel Goleman.

Lo primero que hay que remarcar es que no fue Daniel Goleman el primero en defender la existencia de la Inteligencia Emocional. Décadas antes ya se hablaba de la posibilidad de que existieran inteligencias diferentes a la que se mide en los test de cociente intelectual.

Por ejemplo, Thorndike, en 1920, utiliza el término inteligencia social para describir la habilidad de comprender y motivar a otras personas.

En 1940, David Wechsler, el famoso creador de las escalas Wechsler de inteligencia, señala que los test de inteligencia no estarán completos hasta que no se puedan describir adecuadamente estos factores.

En 1983, Howard Gardner, en su libro Inteligencias múltiples: la teoría en la práctica, señala que el cociente intelectual, no explica plenamente la capacidad cognitiva, porque no se tienen en cuenta ni la “inteligencia interpersonal” ni la “inteligencia intrapersonal”.

El primero en acuñar el término Inteligencia Emocional es Wayne Payne, quien lo cita en su tesis doctoral de 1985.

Y es en 1995 cuando Daniel Goleman da popularidad a este término gracias al libro Inteligencia Emocional. El libro tiene una repercusión inmediata a nivel mundial. Pero… ¿Qué es realmente lo que podemos extraer de este best seller? ¿Cuál es el verdadero concepto o significado de la Inteligencia Emocional?

Para entender realmente lo que es la Inteligencia Emocional tenemos que entender cuál ha sido la evolución de nuestro cerebro a lo largo de toda nuestra historia como especie.

En los inicios de nuestra existencia se desarrollaron estructuras básicas que hoy seguimos compartiendo con muchos animales. Este cerebro primitivo se llama arquicorteza o cerebro reptiliano. Aquí se organizan estructuras que provocan emociones, almacenan recuerdos o provocan reacciones rápidas muy ligadas a la supervivencia. De todas estas estructuras destacamos el sistema límbico y dentro de este sistema resaltamos una parte por encima de las otras: la amígdala.

La amígdala tiene forma de almendra con estructuras interconectadas asentadas sobre el tronco cerebral. Hay dos amígdalas, una a cada lado del cerebro. La nuestra es la más grande comparada con la del resto de primates. La amígdala está especializada en las cuestiones emocionales y se considera una estructura límbica muy ligada a los procesos del aprendizaje y la memoria. Si se separara la amígdala del cerebro no sería posible apreciar el significado emocional de diversos acontecimientos, esto se conoce como ceguera afectiva. Además de la pérdida de afecto y la consecuente pérdida de memoria, la amígdala, junto con la circunvolución cingulada, permite la secreción de lágrimas y funciona como un depósito de la memoria.

Quienes viven sin amígdala prácticamente pierden la memoria porque la amígdala guarda los recuerdos que más impacto emocional tienen a lo largo de nuestra vida, como los traumas o nuestros momentos más felices.

Estas estructuras subcorticales son las responsables de que podamos reaccionar rápido ante una situación de peligro, luchando o huyendo, también de las conductas sexuales, de la alimentación y de todas aquellas conductas básicas para nuestra supervivencia.

Después del desarrollo de esta arquicorteza comienza a desarrollarse la parte del cerebro que nos hace más humanos, y que nace, entre otras cosas, para poder modular o dirigir la arquicorteza. Hablamos ahora del neocórtex. Para simplificar diremos que la arquicorteza es la pasión y el neocórtex es la razón y la moral.

Entonces… ¿qué nos aporta el libro Inteligencia Emocional?

En esa época, la psicología había eludido esa parte emocional en pos de la parte más racional, gracias en parte al desarrollo y uso masivo de los test de inteligencia que medían el cociente intelectual. Esto hizo que la sociedad, y por ende el mundo empresarial, sobrevalorara el CI como predictor del éxito en la vida.

Pero ya se había visto que no era así porque, por ejemplo, había personas que en la adolescencia habían sido calificados como superdotados pero que después, al no saber manejar sus emociones, habían fracasado al no poder controlar sus emociones y habían terminado cometiendo actos delictivos, consumiendo sustancias adictivas, etc. Sin embargo, otros alumnos con puntuaciones medias y bajas en inteligencia tenían éxito en sus vidas porque tenían una inteligencia emocional que los más dotados por CI no tenían.

Vamos a leer lo que nos dice Goleman respecto a la Inteligencia Emocional:

Existe una clara evidencia de que las personas emocionalmente desarrolladas, es decir, las personas que gobiernan adecuadamente sus sentimientos, y asimismo saben interpretar y relacionarse efectivamente con los sentimientos de los demás, disfrutan de una situación ventajosa en todos los dominios de la vida, desde el noviazgo y las relaciones íntimas hasta la comprensión de las reglas tácitas que gobiernan el éxito en el seno de una organización. Las personas que han desarrollado adecuadamente las habilidades emocionales suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces y más capaces de dominar los hábitos mentales que determinan la productividad.

Para Goleman el descuido de la Inteligencia Emocional puede llevar a la ruina muchas carreras y, en el caso de los niños o adolescentes, conducir a la depresión, a la agresividad, a los trastornos alimentarios o a la delincuencia.

Como conclusión, la Inteligencia Emocional es la capacidad de oír nuestras emociones, de modelarlas para que no nos condenen, que no nos secuestren emocionalmente, si, pero sin evitarlas ni reprimirlas.

Nuestro cerebro emocional alberga esa sabiduría milenaria, esa intuición que nos ayuda tanto en nuestras decisiones vitales. Ahondar en esta práctica de autoconocimiento es una experiencia sencilla y transformadora que cambiará muchos destinos para bien. Porque, como dice Goleman: «El futuro no está escrito en ninguna parte»…

Después del desarrollo de esta arquicorteza comienza a desarrollarse la parte del cerebro que nos hace más humanos, y que nace, entre otras cosas, para poder modular o dirigir la arquicorteza. Hablamos ahora del neocórtex. Para simplificar diremos que la arquicorteza es la pasión y el neocórtex es la razón y la moral.

Entonces… ¿qué nos aporta el libro Inteligencia Emocional?

En esa época, la psicología había eludido esa parte emocional en pos de la parte más racional, gracias en parte al desarrollo y uso masivo de los test de inteligencia que medían el cociente intelectual. Esto hizo que la sociedad, y por ende el mundo empresarial, sobrevalorara el CI como predictor del éxito en la vida.

Pero ya se había visto que no era así porque, por ejemplo, había personas que en la adolescencia habían sido calificados como superdotados pero que después, al no saber manejar sus emociones, habían fracasado al no poder controlar sus emociones y habían terminado cometiendo actos delictivos, consumiendo sustancias adictivas, etc. Sin embargo, otros alumnos con puntuaciones medias y bajas en inteligencia tenían éxito en sus vidas porque tenían una inteligencia emocional que los más dotados por CI no tenían.

Vamos a leer lo que nos dice Goleman respecto a la Inteligencia Emocional:

Existe una clara evidencia de que las personas emocionalmente desarrolladas, es decir, las personas que gobiernan adecuadamente sus sentimientos, y asimismo saben interpretar y relacionarse efectivamente con los sentimientos de los demás, disfrutan de una situación ventajosa en todos los dominios de la vida, desde el noviazgo y las relaciones íntimas hasta la comprensión de las reglas tácitas que gobiernan el éxito en el seno de una organización. Las personas que han desarrollado adecuadamente las habilidades emocionales suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces y más capaces de dominar los hábitos mentales que determinan la productividad.

Para Goleman el descuido de la Inteligencia Emocional puede llevar a la ruina muchas carreras y, en el caso de los niños o adolescentes, conducir a la depresión, a la agresividad, a los trastornos alimentarios o a la delincuencia.

Como conclusión, la Inteligencia Emocional es la capacidad de oír nuestras emociones, de modelarlas para que no nos condenen, que no nos secuestren emocionalmente, si, pero sin evitarlas ni reprimirlas.

Nuestro cerebro emocional alberga esa sabiduría milenaria, esa intuición que nos ayuda tanto en nuestras decisiones vitales. Ahondar en esta práctica de autoconocimiento es una experiencia sencilla y transformadora que cambiará muchos destinos para bien. Porque, como dice Goleman: «El futuro no está escrito en ninguna parte»…

Y hasta aquí este blog. Puedes ver el vídeo que publicamos en YouTube referente a este tema. 

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